El
camino parecía un tragaluz.
Su dulce silueta
se recostaba
en el pecho
espinoso de la tarde.
Yo asumía
el olvido
como se
asume el hambre de algún niño moribundo
o la
miseria de un hombre que no deja de caminar.
El camino parecía
escupir monedas
para
echarse la suerte
para
decidir con ellas el beso o el ruido
el
agotamiento o la ternura
el olvido o
la muerte.
Aquel
camino, mi camino, truncado camino.
He volcado
mis dedos al amoratado lienzo del ayer
estoy serruchando
nostalgias
galopando la angustia
disolviendo predicciones.
No digas
nada. Sólo observa.
Subiré por
el pecho entre espinas
e intentaré
cortarle al tiempo el oxígeno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario