Revisando documentos de hace algún tiempo, encontré este comentario que la poeta costarricense, MíaGallegos, escribió sobre mi poemario hastío, publicado por
Isla Negra en 2014. Lo comparto.
Por Mía Gallegos
Una nueva obra poética de Amarilis Tavárez nos toma de
sorpresa, y ese sentimiento de suspensión que genera parte del título del
poemario intitulado “Hastío”, también nos obliga a meditar. Al leerlo por
primera vez, y al releer los poemas en varias ocasiones, siempre se me vino a
la memoria el concepto de “spleen” de los poetas modernistas, esos poetas, que
al igual que los de generaciones posteriores, en la que es menester incluir a
los poetas contemporáneos, siempre han visto con dolor, con tristeza, con
hastío las leyes del rudo mercado de la sociedad capitalista.
Empieza Amarilis su libro con tres epígrafes que hacen
referencia clara a la inocencia; una inocencia perdida, una inocencia que ya no
es una cualidad o una virtud del mundo
actual. Esa mirada prístina no la
acompaña a ella, al menos así se puede constatar a través de sus versos. Y es
que no ha quedado ningún cimiento en la sociedad que nos mira sobrevivir y
nuevos valores están apenas balbuciendo.
Un gran poeta costarricense, Isaac Felipe Azofeifa,
decía a mediados de la década de los años ochenta que en la hora actual existe
el oscurecimiento de la poesía. Sus
palabras quedaron resonando en mi mente, y siempre que leo poesía tengo
presente esa especie de sentencia que el poeta lanzó; por lo tanto,
constantemente me pregunto cuáles son las razones para que dicha oscuridad esté
presente y que de paso nos agobie.
Al parecer ya todo está pensando… No quiero creer que
esto sea cierto, pero si ya todo se pensó, se discutió y se meditó, no existe
la posibilidad de mirar inocentemente la realidad en la que nos toca en suerte
vivir. Se desmoronaron las ideologías, la economía capitalista hace crisis en
diversas partes del orbe; ciertamente la ciencia avanza y la tecnología nos ha
convertido en seres que miran la realidad virtual, la huelen, la sienten y son
adictos a esta.
¿Qué le queda al pensamiento, a los pensadores, a los
poetas? Todos estos seres tienen muy
poca cabida en este reino de máquinas, de mensajes instantáneos, de prisa, de
imágenes que se imponen y en donde parece que las palabras no siempre
significan lo mismo o no sirven para denotar.
Esto que he señalado en los párrafos anteriores es el
trasfondo que se logra vislumbrar a través de los poemas de Tavárez. Pero hay
más, ahí, adentro, en cada vocablo, en cada omisión, en donde la poeta se
contiene y nos obliga a pensar y repensar. Y es que ella, movida por una
emoción que se contiene, no explica, solamente sugiere y en algunas ocasiones
increpa y en otras balbucea.
Debo decir que ignoro las preferencias literarias de
Amarilis, no logro desentrañar cuáles han sido sus maestros en el campo
poético. Y aquí debo señalar que, como
soy adicta a las obras del francés Albert Camus, encuentro una suerte de
conexión con el cuestionamiento que sobre el absurdo realizó este pensador.
Hay hastío… hay pérdida de la inocencia. Me pregunto si la poeta se agobia frente un
mundo hábilmente manejado por “la razón”, en el que no hay cabida para la vida
inconsciente, para la vida del instinto, para la recreación de nuevos
contenidos ideológicos y humanísticos, valores que no parecen tener un asidero
en la actualidad. Si la inocencia se
pierde, se abre un camino: el del cinismo.
Es justamente ahí cuando surge una voz que increpa. Y ese, precisamente uno de los hallazgos de
estos breves e intensos poemas.
Y así con las palabras de Olga Nolla leo los poemas de
Tavárez: “ya hasta mi inocencia se sabe diabólica…” Son las leyes del mundo las
que se imponen. Han caído muros,
ideologías y también las palabras y sus contenidos. Esta misma incertidumbre la enfrentaron los
escritores y artistas que plasmaron sus obras en los períodos de guerras y
entre guerras en el siglo XX. Mas las
guerras continúan y quizás debamos enfrentarnos a los peligros y consecuencias
de una guerra que nos englobe a todos.
Los poetas, que son, como dice el escritor Ezra Pound,
las antenas de la raza, son ellos quienes perciben de primeros los cambios que
van a desencadenarse en la sociedad.
Amarilis intuye que este “orden nuevo” no es apto para las artes. Las voces de los vates deben increpar,
cuestionar, llamar al pensamiento.
Para muestra, transcribo el poema 18, que dice así:
bostezas/ miro estas uñas mordidas/ suena la cifra de lo que va del
año/promulgo el tambor/ sacudo mi vientre/ entrego la ciudadnía/ regalas tu
nacionalidad/ aprendo historia/ me atraganto de rabia/ quiero justicia/ vuelco
mis arsenales de hambre rencores/ olvido las cifras/ tiemblo sin alivio/ vomito/
bostezas.
Tal y como puede observarse, el poema empieza con el
verbo bostezas, lo que le da al poema una estructura circular. En este poema, Tavárez expresa la conciencia
del pueblo puertorriqueño al enfrentarse a la pérdida de ciudadanía, a pertenecer
a un país que en las actuales circunstancias es un estado asociado a los
Estados Unidos de América.
La poeta “se atraganta de rabia”, vuelca sus
arsenales… he aquí que nos habla con elementos de la guerra… Su punto de vista
es cuestionador. Y, por supuesto, no hay
inocencia, tampoco cinismo… Solo ha quedado la certeza del dominio. La
presencia del sustantivo tambor, por otra parte, nos habla de la importancia de
hacer resonar las palabras. El bostezo
inicial y final, tan solo se refiere al hastío.
El poema 6. Es muy emblemático de esa búsqueda que
emprende la poeta a través del poemario: “necesito brújula/ orientación/ el
preciso lugar para vaciar mi vejiga/ hinchada de caldos y vapores." En
este poema es interesante apreciar que un sentimiento de búsqueda se traslada
al ámbito físico, y es justamente en la vejiga donde se anuda la necesidad de
orientación.
En otro poema, Amarilis nos dice que sobran poderosos,
nos muestra así las desigualdades económicas y del reparto del poder que se
vive en occidente. La mirada también se fija en la miseria y en el miedo. La
muerte de mujeres, el femicidio es uno de los temas presentes.
Mas el miedo del que nos habla la poeta se centra,
asimismo en el terror de que sus padres mueran y que Dios no exista. Para ella, sin duda, estas serían los dolores
más intensos que genera ua realidad bsurda.
El tema de la finitud, de la muerte y su certeza,
también recorre estas páginas, como cuando Tavárez sentencia: “nuestro destino
seguro de gusanos”. Y mientras tanto,
¿qué nos queda? Nos quedan las palabras
para increpar, para retratar la realidad, para golpear un mundo deshumanizado,
en el que en apariencia no hay una salida.
Estamos todos atrapados.
Mas yo, me dejé apresar por estos poemas y el mundo
que nos expresa. Y con Amarilis Tavárez
Vales también protesto, increpo, cuestiono y, escribo, pues sé que algo
quedará, aunque sea como testimonio.
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