
En mi cuello el paso tibio del aire que desechas.
En mis pechos los ojos de una loba que dormía
se levantan enardecidos.
En mis brazos cada poro
desea arrancarse folículos y raíces.
En mi boca un salivar intenso se hace ruido
y mi garganta expide un ronco quejido desbocado.
Entre mis piernas un charco se hace océano
y avientan sus paredes temblores
que vienen desde el centro de la tierra que me nutre.
Furia y descontrol convergen
en mi cuerpo
deshilado
que el embate de tus vientos alisios
destrozan sin clemencia.
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